Pintando un corazón de tiza en la pared

 
 
 
 
 
 
 
 
¿Quién dijo que el grafiti era de vándalos y maleantes? ¿Aún quedan personas que piensan en el arte callejero como algo sucio fruto de la inadaptación social? Pues para ellos especialmente va la reseña de este proyecto: Luz nas Vielas, de los chicos de Boamistura.

La intervención se desarrolla en Vila Brasilândia, una de las favelas que proliferan en la periferia de Sâo Paulo. El proyecto, que utiliza anamorfismos, colores planos y palabras inspiradoras, tiene una fuerza estética impactante. No obstante, lo determinante en esta intervención artística es la implicación de la comunidad. Los autores de la obra no son ya los artistas de Boamistura, sino que han compartido todo el proceso de transformación del entorno con los lugareños, niños y mayores, dejando que lo hicieran suyo y convirtiendo el grafiti en un potenciador de toda la trama sociocultural del barrio y en un agente de identificación y empatía de los habitantes con su entorno.

Manzanas a una manzana

El mejor melocotón que haya podido comerme jamás lo encontré en un badulaque danés. Ni en Navarra ni en el valle del Jerte. Tampoco es que fuera de allí, sino que viajó miles de kilómetros desde, precisamente, algún lugar de la Península para poder ser degustado en el norte de Europa. Qué paradoja. Por fortuna, le estamos empezando a coger el gusto a comer alimentos sanos. Sin embargo, aún desconocemos (y en según qué casos, incluso despreciamos) lo que tenemos cerca.
De todos modos, el quilómetro cero ya es algo cada vez más popular. Consiste en consumir productos de calidad y cercanos, que hayan recorrido trayectos cortos desde el lugar de origen a nuestra mesa. ¿Y qué lugar es el que se encuentra más cerca de la mesa de cualquier ciudadano? Precisamente, la propia ciudad. Como sabéis, me chiflan los temas relacionados con la aproximación de la naturaleza a las urbes. Y el proyecto de final de carrera de Vahakn Matossian, que acabó la carrera de Diseño en el Royal College en 2009 es uno de mis favoritos, sobretodo, porque aún sigue vivo: Fruit City.
 
Si miramos a nuestro alrededor, en cualquier ciudad, nos daremos cuenta de que estamos rodeados de naturaleza. Naturaleza que nos puede ser útil. Y que puede ser identificable fácilmente. Un ejemplo: los árboles frutales. En cualquier ciudad hay ciruelos, almeces, almendros, alguna higuera e, incluso, plataneras que sabemos qué son y para qué sirven. A raíz (nunca mejor dicho) de esta hipótesis, Vahakn desarrolla un mapeado de Londres, identificando los árboles frutales y lo sube a una web, donde todo el mundo puede ir actualizándolo. La web también contiene una sección de cocina (donde encontrar recetas hasta para hacer sidra) y una guía de reconocimiento de especies. Y además, en un ataque de lucidez, al amigo se le ocurre diseñar una serie de artilugios para facilitarnos la recolección. Una iniciativa que es la pera limonera (y acabo con los chistes frutales, sorry).