No hi ha mala herba

Todo aquello que la humanidad no ha plantado y que crece sin permiso simplemente es considerada una mala hierba. Pero estas plantas esconden, sin duda, un gran potencial culinario y, algo aún más importante, una manera extremadamente valiosa para acercar el interés por la botánica a aquellas personas que desconocen la gran biodiversidad que tenemos a pie de calle.

En el libro “No hi ha mala herba”, de Pol·len Edicions, descubrimos cuáles son las plantas ruderales más típicas, así como los usos ancestrales que han tenido, las leyendas, refranes y dichos populares asociados a éstas. Además, enseñamos dónde y cómo cogerlas, cómo cocinarlas y hablamos con unas cuantas personas muy vinculadas a este tipo de plantas para que nos cuenten su experiencia.

Por último, consideramos que las acciones creativas y el diseño tienen mucho que aportar en la conservación, fomento y valorización de la biodiversidad urbana. Es por ello que le dedicamos un capítulo a este tema, ilustrándolo con proyectos realizados por nuestros alumnos a lo largo de nuestra actividad académica.

El libro, un proyecto de Nutcreatives para Pol·len Edicions, lo puedes encontrar, de momento, en: librería Virus y librería Rayuela.

Marrónoscurocasinegro

¿Qué pasaría si solo tuviéramos un vestido? Además de no tener que preguntarnos de buena mañana aquello de “¿qué me pongo hoy?”, posiblemente valoráramos un poquito más lo que tenemos.

Durante un año, la artista de Seattle Alex Martin llevó el vestido marrón que ella mismo se hizo. El proyecto se llamaba The Little Brown Dress y lo planteó como un reto personal para comprobar si se podía vivir al margen del sistema híper-consumista actual. La moda nos insta a comprar de manera casi abusiva para resultar atractivo e interesante para los demás. Está claro que la ropa con la que vestimos define nuestra imagen, pero no es necesario comprarse un par de zapatos cada mes.

De esta manera, Alex llevó ese vestido marrón los 365 días del año –que lavaba cada dos o tres días-, complementándolo con chaquetas y otros accesorios, arreglándolo cuando se estropeaba y personalizándolo a lo largo del tiempo. Evidentemente, nada cambió en su vida ni en sus relaciones sociales y, de hecho, pocos fueron los que se dieron cuenta.