El buen diseño nos mejora la vida. Los objetos con los que nos sentimos cómodos, que son simples de usar, que mejoran con el tiempo, que queremos conservar y dejar en herencia o que nos permite vivir una grata experiencia son aquellos que valen la pena. Estos objetos nos ayudan en el día a día, mantenemos una relación cordial con ellos y ellos con nosotros y con el medio en que vivimos. Los objetos bien diseñados son los objetos que, a fin de cuentas, realmente se preocupan por el entorno.
Sirva de ejemplo el caso de estos dos serruchos, un caso que cita Bruno Munari en su libro "¿Cómo nacen los objetos?": La primera foto corresponde al típico serrucho con una empuñadura de madera barnizada y una hoja dentada sujeta por tornillos al mango. Se empuña y se impulsa contra el trozo de madera que hay que aserrar. Como al empujarla se puede doblar, con el peligro de heridas, se ha aumentado el grosor de la hoja para hacerla más resistente a estas flexiones. Pero al aumentar el grosor de la hoja aumenta también el de los dientes de la sierra, con lo que la madera no queda bien cortada, sino que más bien se desgarra y habrá que pulir los cantos con lija. Además, esta sierra tiene la empuñadura barnizada, y el sudor de la mano no se absorbe, sino que se queda entre el estrato de pintura y la mano y causa molestias al trabajador. La segunda foto también es un serrucho, en este caso de origen japonés. Es diferente, pero estos cambios no corresponden a temas estéticos o estilísticos, sino que se dan por diferentes cuestiones que así lo determinan. Los japoneses inventaron el judo y a este instrumento se le ha aplicado esta técnica. Si al empujar la hoja hacia delante existe el peligro de que se doblegue, este peligro será eliminado si tiro de ella en lugar de empujarla. De hecho, la hoja de esta sierra es muy delgada, ya que sólo debe ser arrastrada, y cuando vuelve atrás lo hace por el surco ya practicado. Por consiguiente, el peligro se elimina con una idea de judo que además permite hacer la hoja más fina. La empuñadura de la sierra japonesa es de madera sin pintar, de sección oval. Su longitud está determinada por la compensación del peso de la hoja, tomando como fulcro el mango que es donde se encuentra la fajadura que mantiene la hoja unida al mango. De esta forma el objeto está perfectamente equilibrado y el peso pasa desapercibido, al contrario que en la sierra que conocemos.
La primera sierra nos pone de mal humor, nos enfada que no funcione. Y como no funciona, compramos otra, a ver si "ésta sale mejor" (como si fuera un melón). En la segunda parece que el diseñador se ha parado a pensar un poco más en cómo hacer un objeto que funcione, que perdure y que provoque una buena experiencia. Y eso se nota. Los artefactos bien diseñados nos permiten vivir mejor y ser más sostenibles.
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