La sandía está de moda. Crea tendencia. Ya no es aquella fruta que te chorrea de manos a cangrejeras bajo los pinos. No. Ahora las sandías son cool. Y no lo decimos por el nombre de la marca Fashion -aunque parte de culpa tiene el grupo hortofrutícola- sino porque es de las primeras frutas que se han actualizado.
Lo primero de todo fue la sandía cuadrada, invento de un agricultor japonés, que hace más de veinte años probó a colocar la sandía en crecimiento en una caja
de vidrio cuadrado y así cogía la forma una vez madura. Gran ahorro de espacio durante el transporte y en la nevera, es lo que tiene.
En un entorno más cercano, lo siguiente ha sido el asa que permite llevarla fácil a la playa, al campo o casa de los amigos sin utilizar bolsa alguna.
El sistema de transporte de una sandía es similar al de un blíster de cartón de seis cervezas, pone la fruta al mismo nivel de usabilidad que la bebida alcohólica y eso nos gusta.
Y lo último, los tatuajes. Desde principios de este verano puedes encontrar en Carrefour sandías grabadas por láser con la información identificativa. En junio la UE autorizó esa tecnología para marcar la piel de la fruta. Más allá de las posibilidades que esto ofrece a nivel de marketing, supone la mejora de ciertos aspectos vinculados con la seguridad del consumidor y la protección del medio ambiente.
Pero vayamos por gajos. Resulta que el grabado por láser de la fruta nace en el Parc Científic de la Universtitat de València en 2006, a través de su spin-off
Laser Food. Según Rafael Ibáñez, socio fundador de la empresa, “la innovación aparece por la necesidad de etiquetar de manera indeleble el código de la variedad de cítricos” –difíciles de distinguir físicamente- para que el consumidor tenga la certeza de que no le están dando navelinas por navel late.
Se trata de una tecnología que no daña la fruta ni la salud del ser humano, es inalterable y su uso no produce ataques microbianos.
Y permite sustituir la pegatina actual, mejorando dos cuestiones importantes: el primero es que el grabado por láser es un 40% más económico y reduce la huella de carbono en comparación con la etiqueta típica. El segundo es que ayuda a evitar el fraude en los envíos a la UE, algo que según cuenta Rafael Ibáñez, se da cuando la fruta procedente de fuera de la UE se etiqueta con un ‘made in Valencia’ porque la hace más apetecible para el consumidor.
En este sentido, Mercacolonia e Igorle han formalizado un acuerdo de colaboración para implementar un sistema de trazabilidad a través del láser, que permitirá conocer en tiempo real el origen, ubicación, camino recorrido y vía de comercialización de cada unidad producida.