Purito (y transparente) jabón

 
 
 
  
Todos deseamos lo mejor: una piel mejor, un aire mejor, una sociedad mejor y un entorno mejor en el que vivir. Así que… jabón (por algún sitio hay que empezar a mejorar). So…soap! es una marca de jabón producida en Hong Kong, con materiales naturales, que se hace a mano y por personas de la comunidad. Actualmente da trabajo, mayoritariamente, a mujeres de bajo nivel educativo del distrito de Tai Po. A través de una marca cuidada, de un grafismo discreto, pero potente y de una filosofía empresarial basada en la transparencia, So…soap! trata de difundir su influencia positiva hacia todos los rincones de la sociedad.

Quizás, lo más interesante es que aquí el negocio está en el jabón. Y en nada más. Ni botellas, ni envoltorios ni nada que no sea puro y sano jabón. Hay dos tipos de botellas, las que tienen dispensador y las que no. El dispensador dura más que la botella y que el jabón, por lo que la idea es que puedas comprar otra botella con jabón, pero sin dispensador. ¿Para qué otro si el que tienes aún funciona? Las botellas, además, son reutilizadas. Una vez se acaba el jabón (y otros productos de otras marcas con las que So…Soap! tiene convenio), puedes dejarlas en los puntos de venta, donde serán recogidas, limpiadas y vueltas a ser rellenadas para su posterior comercialización. 

Esto es lo que quería Bella Ip cuando empezó su proyecto empresarial en 2008.Transparencia empresarial, beneficios sociales comunitarios y compromiso medioambiental. Y parece que lo está consiguiendo.

o: Romantics o Terracycle recoge bolis españoles o Tres tostadoras

Serres Urbaines: proyecto de redescubrimiento de la biodiversidad urbana


 
Durante el mes de octubre estuve como profesor invitado en la Escuela de Arte y Diseño ESAD de Reims (Francia), donde organicé un workshop sobre el redescubrimiento de la naturaleza en las ciudades. Con el lema "protegemos lo que amamos, amamos lo que conocemos, conocemos lo que usamos", los alumnos debían de proponer acciones para proteger, conocer y dar valor a la biodiversidad urbana.

El equipo formado por Audrey Charré, Clementine Schmidt y Luc Beaussart quisieron resaltar las plantas que crecen espontáneamente en el entramado urbano. Serres Urbaines (Invernaderos urbanos) es un proyecto en el cual, mediante una intervención gráfica tridimensional, se le da valor a esas plantas que crecen entre adoquines. Los pequeños invernaderos atraen la atención de la gente y, además, llevan unas etiquetas en las que remarcan las propiedades de esas plantas, que acostumbran a tener usos culinarios y medicinales.
La segunda parte del proyecto consistió en utilizar los restos orgánicos (hojas marchitas, ramitas, etc.) que se encuentran en el suelo para diseñar unos cubos de compost con los que nutrir las plantas de nuestro hogar.

En general, los alumnos pasaron la semana muy motivados y todos tuvieron ideas muy interesantes (que iremos relatando en próximos posts). Pero este equipo supo plasmar su propuesta en unos productos muy bien resueltos, dejando claro sus objetivos iniciales. ¡Enhorabuena por el trabajo, chicos!

o: Emulating Crusoe o Andrea Acosta o Souvenir holandés 

Lilifood

 
 
 
 
 
Podadores de naranja, forenses de frutos del bosque, turistas en un volcán de crispis o leñadores de judías son algunos de los personajes que nos encontramos en Disparity, el fabuloso imaginario fotográfico de Christopher Boffoli.

Con ingredientes naturales, medio kilo de paciencia para ubicar las figuritas entre alimentos, cobertura de buen humor y unas gotas de ácido limón, Boffoli reflexiona sobre la relación de los estadounidenses con la comida. La receta visual está pensada para llamar la atención sobre el empacho de bienes de consumo a los que tenemos acceso y del que somos poco conscientes, así como del efecto que esto provoca sobre el resto del mundo y el medio ambiente.

Sin duda, una jugosa fórmula para hacernos reflexionar sobre temas que se nos hacen bola.

Visto en El Comidista

Bioética y diseño: paredes de piel, alfombras de pelo

Cuentan los relatos bíblicos que Jonás fue castigado por Yahveh por negarse a predicar al pueblo de Nínive. Jonás, intentando huir de la presencia de su Dios, se embarca rumbo a Tarsis, pero una tempestad lo arroja al mar y es tragado por una ballena. El profeta pasa tres días y tres noches dentro del animal hasta que es expelido, de nuevo, a la superficie. ¿Qué encontraría Jonás dentro de la ballena? ¿Qué haría? ¿Cómo se sentiría en un habitáculo orgánico? Cuesta imaginar, pero la verdad es que estamos muy cerca de experimentar esas mismas sensaciones.

Estamos empezando a diseñar con genes y eso significa la creación –en su versión más divina- de nuevos espacios, productos o realidades. Pronto sustituiremos nuestros instrumentos actuales (cartabones, autocads, maderas o aceros) por otro tipo de materiales y herramientas (probetas, pipetas, material genético) que pondremos al servicio de nuestra creatividad. Y, sin ninguna duda, el uso de la ingeniería genética conlleva un cierto riesgo ético que debería ser debatido y valorado.

De hecho, manejar lo natural para nuestro goce y disfrute es tan viejo como lo es la agricultura. Aunque, de un tiempo a esta parte, se ha acelerado la modificación de los recursos naturales debido a la aparición de los avances científicos. Estos recursos están siendo genéticamente seleccionados para mejorar la producción, la conservación o la calidad de productos alimentarios y de salud, fundamentalmente. A nivel medicinal, por ejemplo, los trasplantes de tejidos (cardiovasculares, epidérmicos, osteoarticulares o de córnea) están a la orden del día. En los últimos años, la NASA o la Universidad de Eindhoven están desarrollando tejido muscular de cerdo en el laboratorio que puede llegar a competir en el supermercado con las chuletas de cerdo convencionales para el año 2014. Seguramente en un futuro, como apunta la doctora en ingeniería agrónoma Silvia Burés, “es posible que sustituyamos el cultivo de tomates por el cultivo de células de tomate con la textura especial de la salsa que utilizamos para nuestros platos.”

No hace falta hablar de la controversia generada por los alimentos modificados genéticamente. El profundo debate abierto al respecto es bueno y necesario, porque existen argumentos igualmente válidos tanto para posicionarse a favor como en contra. Al final, de todos modos, no hay blanco ni negro, sino que hay que encontrar, entre todos los agentes implicados, la diferente escala de grises.

Todo llega, y ese jugar al Lego con los genes se viene traduciendo a la arquitectura y el diseño. Antes de esto, de hecho, ya variamos el comportamiento de plantas, animales o ecosistemas para el beneficio humano: presas artificiales que alteran el paisaje y nos dan de beber, vegetación de ribera que actúa como depuradora de nuestras aguas contaminadas o tejados verdes que nos protegen del frío y del calor. De manera más experimental, Joshua Klein enseña a cuervos a buscar monedas perdidas en la calle o Mathieu Lehanneur diseña objetos que interactúan a nivel homeostático con nuestro cuerpo para mejorar nuestro bienestar.

Haciendo un zoom creativo llegamos al goloso juguete del ADN. A nivel urbanístico, encontramos aventuras como las del tándem formado por Tuur Van Balen (diseñador) y James Chappell (biólogo), que han creado una bacteria que modifica el metabolismo de las palomas y las hace defecar jabón, diseñando una máquina viva limpiadora de calles. O los árboles fluorescentes de Alberto T. Estévez, a los que se les ha integrado una secuencia genética de algas con esta propiedad, lo que permite tener árboles en la ciudad que emiten luz. Estévez y su grupo de investigación en Arquitecturas Genéticas hablan de la creación de viviendas como si fueran seres vivos, lo mismo que Jonás y su ballena. Suelos donde crece pelo natural o paredes de piel, capaces de calentar una estancia a través de sus venas.

Camas de tejido pulmonar capaces de respirar, sofás termorreguladores, automóviles óseos autorreparables,… nuestra imaginación no tiene límites y, próximamente, la técnica será capaz de convertir estos sueños en algo real. Pero, ¿estamos preparados? ¿Es moralmente practicable? ¿Podemos permitirnos modificar la naturaleza a nuestro antojo? ¿A nivel medicinal y de alimentación sí, y a otros niveles no? ¿Hay diferencias entre modificar comportamientos o ecologías –como ya veníamos desarrollando- y hacer cambios genéticos en los seres vivos para nuestro beneficio?

Como siempre, son nuevas técnicas y materiales que en función de quién y de cómo se usen, prevalecerán los beneficios sobre las desventajas, o viceversa. La cuerda que separa lo revolucionario de lo funesto es tan fina que corremos el riesgo de caernos. Pensemos antes de actuar. No es juego de niños.

Campeonato Mundial de Objetos Reciclados

A la derecha, con calzón rojo y 72 kilos de peso, el incombustible maestro de los cacharros lumínicos… ¡Xantataxan, el “Brazo radial”!

En la esquina izquierda, con calzón azul y 77 kilos de peso, el incansable reparador de los objetos rotos…¡Parampampablo “Manos Caladoras”!

Ambos bricopúgiles se enfrentan por el Campeonato del Mundo de los Diseños Reciclados en un apasionante combate a 10 asaltos, donde cada round se convierte en un elemento del hábitat. Antiguas sillas, mesas, percheros,… son devueltos a la vida por estos dos contrincantes que se ven las caras encima del ring, donde presentan sus objetos en clave de humor y que luego son subastados.
El primer combate tuvo lugar en Magatzems Valencia y acabó en empate técnico entre los dos luchadores del residuo. El segundo, en el Drap Art Barcelona en 2010 también acabó en empate técnico después de una infatigable contienda. Este año, de nuevo los dos reciclo-gladiadores se verán las caras en el Drap Art Barcelona 2011, donde por fin conseguiremos saber quién será el flamante Campeón Mundial de Diseños Reciclados.
La suerte está echada. Que gane el mejor.

o: Xan o En lo más profundo de nuestros cajones o Makea

Atrapados en la red

Si al pie de esta imagen informara sobre las estrambóticas construcciones que han hecho las arañas en los árboles tras las inundaciones de hace unos meses en el sur de Pakistán, sonaría un tanto frívolo. Pero si explicara todo lo que esta tela de araña conlleva, sus causas y consecuencias, la historia tendría otro sentido.

En efecto, durante septiembre de 2011 la provincia de Sindh se vio afectada por importantes inundaciones que causó la muerte y desaparición de miles de personas y el caos en todo el sur del Pakistán. Uno de los efectos secundarios inesperados fue que millones de arañas subieran a los árboles, escapando de las aguas en ascenso. Debido a la magnitud de la inundación y al hecho de que el agua no bajara durante varios días, muchos árboles se convirtieron literalmente en capullos de tela de araña. Esto provocó que no aparecieran tantos mosquitos como cabría esperar, dado el estancamiento temporal del agua. Muchos de ellos quedaban atrapados en estas gigantes trampas tramadas por las arañas. Menos mosquitos significa reducir el riesgo de la expansión de la malaria y, por lo tanto, algo de esperanza para el pueblo de Sindh que está sobrellevando esta situación tan trágica. Así que los habitantes de este lugar han visto cómo la naturaleza puede convertirse en un gran enemigo, pero también en su mayor aliado.

Risiduos

 
 
 
Amor igual a respeto. Y el amor, con humor, entra mejor. Por eso el respeto por el medio ambiente, en tiempos en los que las palabras "sostenibilidad" o "cambio climático"  empiezan a cansar y a perder su sentido, el (sentido del) humor abre una puerta por la que entra aire fresco y hace que sigamos estando al quite de lo necesario que es cambiar de hábitos para no cargarnos el planeta.
El libro Love Earth, de reciente publicación y editado por Viction:ary, nos adjunta un folleto con 100 ecoideas que quizás sean más interesantes que los (ya superados) 100 ecodiseños que nos muestran en sus páginas.
Estas 100 ecoideas forman un cuerpo de propuestas sensibles, creativas y más o menos divertidas que fueron enviadas a la editorial por visionarios de todo el mundo e ilustradas por Funny Fun With Guillaume. Estas propuestas constituyen la determinación al cambio, el inicio de una campaña que nos hace repensar desde nuestros hábitos cotidianos a las políticas ambientales internacionales que se están llevando a cabo. Y todo ello, sin perder el más valioso de los recursos: la sonrisa.

Hablando de risas y residuos, el próximo 11 de noviembre, de 10 a 14 en el Palau Robert de Barcelona, organizamos desde ESDi y con la colaboración de la Agencia de Residuos de Catalunya, el taller Risiduos, la risa y las emociones como estrategia de prevención y comunicación socioambiental. Estais todo/as invitados/as.

Emulating Crusoe: Re-discovering local Nature and taking it as a local resource.

Imagina tu ciudad como un sistema aislado, como si fuera una isla. ¿Sobreviviríamos? ¿Tendríamos suficiente con lo que nos da la tierra? ¿Conocemos los recursos naturales que tenemos al abasto?¿Qué haría Robinson Crusoe?

Esta es la hipótesis en la que nos centraremos en el taller que estoy organizando y que desarrollaré durante la semana que viene en la Escuela de Arte y Diseño de Reims, en Francia.

Las ciudades, como muchos científicos afirman, funcionan como ecosistemas y, por lo tanto, deberían tender hacia el equilibrio y la autosuficiencia. Un árbol no importa las hojas de China y el compost de Sudamérica. Vive con recursos propios, con lo que tiene cerca. Las ciudades pueden darnos (casi) todo lo que necesitamos para vivir bien. Pero nuestra falta de conocimiento acerca de la naturaleza urbana hace que nos estemos perdiendo una capa de información muy importante que puede ayudarnos a mejorar el territorio de manera sostenible (a nivel económico, cultural, social y ambiental). La naturaleza en las ciudades puede convertirse en una buena fuente alimenticia, medicinal e, incluso, de felicidad. Las ciudades pueden convertirse, de este modo, en proveedoras de bienestar (lo que ahora buscamos cuando viajamos a los Pirineos o a las islas Fiji). Para ello, debemos proteger la biodiversidad urbana. Pero solo protegemos lo que amamos, y solo amamos lo que conocemos (y conocemos solo aquello a lo que damos valor).

A través de metodologías de diseño exploraremos el entorno, siendo capaces de detectar y analizar los potenciales recursos territoriales y las necesidades de los ciudadanos, de manera que podamos inventar nuevas maneras de proteger, conocer y utilizar la fauna y la flora urbanas.

A ver qué tal sale...

o: Naranjas amargas o Take a seed o Las mentes del margen no son mentes marginales

La galleta del buen cafetero

 
Hay que ser ambicioso, intentar atajar los grandes problemas desde su raíz. Sin embargo, ello no significa que debamos olvidarnos de los pequeños detalles. De hecho, es la suma de esas pequeñas mejoras cotidianas la que nos permite ir desgatando lo gordo. La idea, en este caso, es bien simple: sustituir los palillos de plástico para remover el café por un removedor comestible. La eCookie, de Víctor Lopes y Rodrigo Maia, reemplaza la cucharilla y la buena costumbre de algunos bares de regalarte una galleta con tu café.

o: Patatotal o Removiendo el té o Danish butter cookies

Global Warming

Creo fervientemente en aquello de que "vale más una imagen que mil palabras". Por eso me gustan tanto los pósters que dicen tanto con tan poco. Éste es uno de los trabajos del francés Frederic Tacer, que realizó en 2007, mientras era estudiante. Han pasado casi 4 años y no ha cambiado nada.

Terracycle recoge bolis españoles

Si hace dos años os contábamos la magnífica historia de Terracycle, ahora podemos explicaros su experiencia española. Terracycle es una iniciativa que surge en Estados Unidos en 2001 y que se basa en la recogida y reutilización de envases no reciclables. Estos residuos son recogidos en colegios, universidades y empresas a través de los programas de Brigada  De Terracycle.

Durante la primavera pasada, Terracycle aterriza en España de la mano de BIC,  el fabricante mundial de bolígrafos e inician un programa de recogida de bolis en los lugares donde éstos más se utilizan: colegios, universidades y empresas. Con la vuelta al cole, BIC y TerraCycle invitan a las escuelas a unirse a sus esfuerzos para reciclar más instrumentos de escritura y ayudar a asociaciones como Fundación Exit y Fundación + árboles.

El programa permite que cualquier material de escritura, independientemente de si es de BIC o no, pueda reciclarse en nuevos artículos como estuches, papeleras o regaderas. Por cada instrumento de escritura recolectado se donan 2 puntos TerraCycle (0,02 céntimos de euro) al equipo de recogida. Estos puntos son canjeables por regalos solidarios o donaciones a la asociación u organización benéfica elegida por cada uno de los centros participantes. En el caso de las escuelas, el dinero también se destina a proyectos educativos del propio centro.

Participar es sencillo. Las entidades se registran en la web  y una vez se vayan recolectando los bolígrafos usados, los paquetes se envían a un almacén de TerraCycle, donde los bolígrafos serán procesados y convertidos en nuevos productos. Según Gonzalo Barral, director general de BIC Iberia, “a pesar de que los bolis BIC son conocidos en todo el mundo por emplear una cantidad mínima de materia prima sin sacrificar la más alta calidad y también por ser productos duraderos, además de que trece de sus principales productos cuentan  con la ecoetiqueta oficial francesa, BIC va más allá y ofrece nuevas soluciones innovadoras en términos de separación de residuos y  opciones cuando termina la vida útil de los instrumentos de escritura”.

Las cosas cambian (o deberían)

"You never change things by fighting the existing reality. To change something, build a new model that makes the existing model obsolete." Buckminster Fuller

En 1946, la publicidad aparecida en las revistas americanas era contundente: el uso del DDT era benefactor para toda la humanidad. Así lo avalaban numerosos estudios científicos y las empresas productoras, que aseguraban la bondad de los alimentos tratados, más grandes y con más zumo. En la reciente estrenada película The tree of life, aparece una escena de la época en la que un camión pulveriza con este insecticida -en teoría, inocuo- el enjardinado de las calles. Los niños, ingenuos, corren detrás del camión, celebrando su particular fiesta de la espuma bajo la nube de gas y cloro. Veinticinco años más tarde, la Agencia de Protección Ambiental de los Estados Unidos (EPA) prohibirá el uso del DDT por considerarlo cancerígeno potencial para el hombre y un peligro para el medio ambiente.

En los años ’60 empezaron a utilizarse con frecuencia las grasas trans, aceites vegetales hidrogenados, que aún podemos encontrar en margarinas, bollería y en la mayoría de productos procesados. De esta manera, los alimentos se mantienen frescos durante más tiempo y tienen una textura más apetitosa. En 2008, California fue el primer estado de los EUA en prohibirlos, y le han ido siguiendo otros estados, países y empresas, por los riesgos para la salud que estas grasas suponen.

En cualquier caso, no podemos dudar de que los avances técnicos y científicos, en el momento de su aplicación, se desarrollan para el beneficio de la humanidad. Pero el mundo cambia, la ciencia avanza y el conocimiento se amplía. Lo que ayer fue bueno, quizás hoy ya no lo es tanto y eso ha ido pasando con tantos y tantos ejemplos. Como dicen los autores del libro Cradle to Cradle, el hipotético brífing de la Revolución Industrial no fue “el diseño de un sistema de producción que emita billones de toneladas de material tóxico a tierra, mar y aire, que requiera miles de complejas regulaciones legales para que el ser humano y los sistemas naturales no se contaminen con demasiada rapidez, que produzca materiales peligrosos que necesiten vigilancia especial durante las siguientes generaciones y que erosione la diversidad cultural y biológica del planeta”. Aunque no lo pensaran de inicio, aunque no se haya provocado adrede, estos son algunos de los efectos secundarios consecuencia de nuestro modelo vigente de desarrollo económico.

En el siglo pasado funcionaron unas cosas que en éste ya no nos sirven porque ahora debemos tener en cuenta factores que antaño desconocíamos. La humanidad no nació enseñada. Ensayo-error. No pasa nada: si invento el fuego y me quemo, mejoro el sistema para que no me vuelva a pasar. Si lo que hice ya no funciona, diseño algo mejor que lo sustituya. El problema es que no es tan fácil cambiar, progresar. Se crearon muchos intereses detrás del DDT, de las grasas hidrogenadas, del motor de combustión o de la economía basada en el capital. Nadie quiere cambiar las soluciones que idearon para las necesidades de ayer, que no son las mismas que las existen hoy. Nadie quiere perder lo que tiene. Lo que no nos damos cuenta es que si no cambiamos, si no nos adaptamos, si algunos no sueltan prenda, todos lo vamos a perder todo.

3 tostadoras

Atención, pregunta: si tu vieja plancha o el secador ya no funcionan, ¿qué haces con ellos? Lo lógico es olvidarte de intentar reparar esos pequeños electrodomésticos, puesto que te puede costar más de lo que vale uno nuevo. Además, resulta prácticamente imposible separar sus piezas para un correcto reciclaje. Lo cierto es que su medida perfecta es ideal para tirarlos directamente al contenedor genérico, y así es donde acaban la mayoría. Recursos valiosos y finitos destinados a acabar en vertederos.

The Agency of Design, o lo que es lo mismo, Rich Gilbert, Adam Paterson y Matthew Laws, salidos de la Royal College of Art en 2009 y con las ideas claras en cuanto al diseño sostenible (para ellos no es una moda, sino una revolución), se estrenaron con un proyecto ambicioso que pretendía resolver el problema de esos pequeños electrodomésticos: Design Out Waste.

Y no encontraron una solución (nunca hay una única solución), sino tres estrategias tres para aprovechar al máximo los recursos de una única tostadora: la realista, la pragmática y la optimista.

En la realista rediseñan una versión que se aprovecha de los sistemas de reciclaje existentes (en el Reino Unido, of course)  para recoger estos aparatos al final de su vida útil y desensamblarlos de manera fácil y rápida debido a un sistema de fijación al vacío –patentado-  de sus piezas.


La versión pragmática es una tostadora modular para que cuando uno de los módulos no funcione, puedas retornarlo y el servicio técnico pueda repararlo, dándole hasta 9 vidas a esos materiales.

 La optimista es una tostadora que nunca pasa de moda. Es el objeto que heredarán tus hijos, te marca el número de tostadas hechas desde el primer momento y, a nivel estético, es una delicia.
Sin duda, cada idea por sí sola ya mejora lo que había, pero unidas hacen la tostadora perfecta, sobretodo, porque pasan de ver un objeto cotidiano a tener en cuenta todo un sistema.

o: Tune'n Radio o Superar la adicción a los objetos o La curva natural

Jam

Disculpen la demora, pero ando preparando mi presentación para el PechaKucha vol. 13, acabo de convertirme en ecólogo industrial (un máster es casi peor que un parto), vuelve la asignatura de Biónica en ESDi y con Nutcreatives estamos que no paramos. En breve, más energía para Resseny.

El orfanato verde

 
 
 
 
 
Solemos actuar al atardecer. Más que nada, porque es cuando volvemos del trabajo. Pero también porque es el mejor momento para hacerlo. Cerca de casa hay un centro de jardinería. Cada día, a la hora de cerrar, sacan a la calle dos cubos que, más tarde, pasarán a recoger los servicios de limpieza. Uno está lleno de plástico y cartón; el otro, de residuos orgánicos. Dentro de este último hay tierra, hojas marchitas, restos de poda y plantas enteras que no pudieron vender. Son plantas que han sido desechadas por ser un poco más pequeñas, estar un poco más mustias o no tener flores cuando debieran. Son plantas que simplemente requieren de unos pocos más cuidados que el resto: un poco más de agua, un poco más de sol y un poco más de tiempo para verlas crecer. Nada más. De la misma manera que hay personas que recogen alimentos a punto de caducar en la puerta del supermercado, nosotros pasamos periódicamente por delante del centro de jardinería para recuperar plantas que, de otro modo, acabarían tratadas como un residuo. Es algo que viene de lejos. Del lugar de donde vengo, zona residencial y turística a partes iguales, siempre hemos visto plantas abandonadas al lado del contenedor, justo en la puerta de hoteles, restaurantes o casas privadas. Y siempre hemos parado el coche y las hemos metido en el maletero. Como quien recoge animales abandonados, pero en formato vegetal. Nuestro jardín ha ido creciendo con estas plantas que un día fueron repudiadas, y nos han devuelto generosamente ese esfuerzo con flores, frescura y belleza. En el jardín veréis geranios, rosales, lavandas o albahacas. Arbustos como bambús, laureles o buganvilias. E incluso, un olivo y una palmera. Todo recogido de la calle, todo salvado del container. Es por eso que nuestro jardín ha pasado a convertirse en un orfanato vegetal.

El polvo se ve. Lámpara no apta para alérgicos

 
 
Plumero, paño de cocina o trapo de algodón. Da lo mismo. Quitar el polvo es algo desagradable y una de las grandes pesadillas de cualquier soltero. Desespera estar limpiando el polvo y verlo flotar, danzar en el ambiente cuando un rayo de sol entra por la ventana. Pero para el diseñador Yasuhito Hirose el limpiar se va a acabar. Con su lámpara Dust Shade se da por vencido y deja de luchar contra esas dichosas motas para aliarse con ellas. La mampara metálica está cargada con electricidad estática y capta las partículas de polvo que pululan en el aire. De esta manera, en un tiempo que variará en función de tus hábitos de limpieza, la lámpara irá creciendo. Puede recordarte a aquellas botellas centenarias que acumulan mezcla de grasa, polvo e historia en los antros nocturnos del casco viejo de cualquier ciudad. Puede. Aunque el bueno de Yasuhito justifica su pieza como un experimento para jugar con materia que normalmente intentamos esconder. En este caso, el polvo siempre quiere ser visto, se las da de interesante. Entonces, ¿por qué no darle un escenario en el que se sienta realizado y, de pasada, nos aporte calidez lumínica? Más allá de lo festivo del asunto, la tentativa de crear objetos vivos, cambiantes, que compartan tu historia, a partir de estructuras lo más sencillas posibles me parece un ejemplo a seguir. Eso sí, este objeto no es apto para alérgicos.

¿Una bici de bambú? ¡Una bici de bambú!

“¡Vaya!, otro bonito artilugio hecho con bambú que hará las delicias de los que buscan productos con pátina eco”- fue la primera impresión que tuve al ver esta bici. Pero mi opinión fue moldeándose a medida que iba conociendo la historia que hay detrás de este cuadro de bicicleta. Craig Calfee es un tipo californiano que lleva vendiendo bicicletas de alta gama desde hace años. Un día probó a experimentar con caña de bambú porque intuía que un cuadro de bambú podía funcionar  igual o mejor que los que hacía en fibra de carbono. Y, efectivamente, la bicicleta es resistente, ligera, evita vibraciones y, de hecho, ha sido reconocida como una de las mejores bicicletas en los premios de Bicicletas Hechas a Mano de Norte América.

De momento, la bici se vende en EEUU y pronto llegará a Europa. Aunque antes ha pasado por África. En el 2006, Craig se acordó de sus viajes por el continente africano en los ’80 y pensó que una bici de bambú no sería difícil de hacer allí -pues hay mucha materia prima- sería de gran utilidad –ya que es un sistema de locomoción común- y podría ayudar al desarrollo comunitario. Contactó con la ONG Earth Institute of Columbia University y pusieron rumbo a Ghana, donde empezaron el programa Village Bicycle Project. A través de este programa, Craig está enseñando a personas con escasas garantías de futuro laboral a crear bicis de bambú para que puedan emprender sus propios negocios. Sobretodo, se han enfocado en bicicletas de carga y multipersona, que son las que más éxito pueden tener en aquellas poblaciones. Más allá de lo sugerente que pueda resultarnos una bici hecha con bambú, el proyecto que hay detrás es coherente, y empieza a rodar hacia otros países de África y Asia.

Chozas 2.0

Posiblemente nadie, a excepción de Tim Burton, le habrá pedido a Patrick Dougherty la realización de una cabaña para vivir en ella. Posiblemente. Pero Patrick vive, de hecho, en una de las chozas construidas por él mismo en Chapel Hill  (Carolina del Norte). Evidentemente, no tiene las formas fantasiosas que adquieren sus increíbles estructuras hechas con ramas, pero sí que destila el mismo aroma: un gran conocimiento de carpintería y su amor por la naturaleza. En los años '80, el estadounidense comenzó a investigar las antiguas técnicas de construcción de viviendas y empezó a experimentar con lo que Madre Tierra le ofrecía en formato leña. Las figuras que consigue son extraordinarias, tanto por sus fantasmagóricas siluetas, como por su elaboración, ya que muchas veces combina ramas muertas con árboles vivos. Son cabañas que se mueven y te miran. Que si te despistas, te persiguen. Pero chozas, al fin y al cabo.

o: Ramas que cuelgan de la pared o Andy Goldsworthy o Nacho Carbonell