Basura=alimento es una de las premisas básicas de la nueva revolución industrial de la que hablan McDonough y Braungart en su libro “Cradle to Cradle”. Esta premisa se da a todos los niveles, pero creo que es esencial a escala local. ¿Cómo generar riqueza a partir de un residuo en una pequeña comunidad? El proyecto ABLE es un ejemplo paradigmático de cómo la innovación creativa puede ser la piedra de toque de un desarrollo más sostenible.
Wakefield es una ciudad de 80.000 habitantes en el centro del Reino Unido. En 1995, Graham Wiles, de Green Business Network –una consultora ambiental-, empezó a desarrollar un programa de reciclaje del cartón de algunas empresas al mismo tiempo que se ayudaba a la reinserción de personas con dificultades para acceder al mercado laboral.
El programa, también conocido como “de cartón a caviar”, empieza cuando se trituran las cajas de cartón que desechan los restaurantes y otras empresas de servicios y se utiliza como cama para caballos en algunos centros hípicos de la localidad. Cuando estás camas son reemplazadas, los restos –con abundantes excrementos animales- se vermicompostan (compostaje con lombrices). En una primera fase, las lombrices servían para alimentar esturiones en piscifactorías, donde se producía caviar (el caviar no son más que huevas de esturión). A partir de aquí, diferentes entidades –la compañía local de aguas, centros educacionales, centros que llevan la reinserción de personas en libertad condicional, etc.- se interesaron por el proyecto y éste ha crecido exponencialmente, creando una apasionante aventura empresarial, ambiental y social. La compañía de aguas cedió 14 hectáreas de tierra cerca del río, habilitadas como vivero de árboles, huerta con árboles frutales, un servicio de huertos comunitarios y la recuperación del bosque de ribera original. El compost realizado en los centros hípicos sirve para el abono de este sistema de huertos y los restos de poda de las nuevas plantaciones de árboles sirven como biomasa que alimentan energéticamente todo el sistema desarrollado. El caviar, el pescado, las frutas y las verduras son repartidos entre los trabajadores y vendidos de nuevo a los consumidores locales, cerrando el ciclo.
Del 2006 al 2008, 1400 niños han visitado las instalaciones y conocido el proyecto, y 2300 personas en libertad condicional han participado en las sesiones de entrenamiento y desarrollo profesional.
Así, vemos cómo a partir de un residuo se generan una serie de recursos económicos (diversificación de la entrada de capital, alentando nuevas vías de desarrollo profesional para personas con riesgo de exclusión laboral), sociales (herramienta educacional, cohesión comunitaria) y ambientales (reciclaje de residuos, reducción de CO2 debido a la plantación de árboles, aumento de la biodiversidad, uso de energías alternativas como la biomasa, reducción de la mochila ecológica del pescado consumido en la localidad) esenciales para el desarrollo local sostenible.