Font Vella

Con el diseño de Josep M. Morera para Font Vella -que ganó un premio Delta en 1999- se consiguieron una serie de mejoras ambientales ejemplares, además de la potenciación estética del producto. La botella, que se comercializó a partir de 1998, está hecha con plástico PET y su fuerte está en las estrías helicoidales que la recorren. Por presión, estas estrías ceden en las incisiones más débiles y se agrupan a modo de acordeón, rebajando considerablemente la altura del objeto. ¿Qué ganamos con esto?: la reducción de espacio tanto en el almacenamiento previo a tirar el envase por parte del usuario como en el transporte hasta el punto de recepción del material a reciclar. Si la botella, una vez vacía, ocupa una cuarta parte de su volumen inicial, implica que el camión de recogida de envases podrá reducir su frecuencia de paso, ya que multiplicará por cuatro la cantidad de envases a recoger en cada viaje, generando un ahorro de energía y tiempo en la gestión del residuo. La única pega a este magnífico ejemplo de ecodiseño es que la mayoría de usuarios deconoce la mejora; no se ha sabido transmitir la idea de que el usuario tiene que chafar la botella antes de tirarla al contenedor amarillo, con lo cual todo el trabajo que hubo de mejora técnica ambiental se queda en nada y los camiones de recogida de residuos siguen transportando, mayoritariamente, el aire que queda dentro de los envases. Cabe destacar, pues, que el diseño gráfico puede incidir en la mejora de usabilidad de los objetos y es vital como complemento comunicativo y divulgativo de los productos innovadores. ¿De qué sirve una mejora en la función si no se explica cómo funciona? +: Font Vella o: Inka-Palet o Kubik Barcelona o Wabi de Camper