Cajonera belga

La diseñadora de mobiliario Christiane Högner ha hecho de su oficina en Bélgica un lugar donde lo desechado vuelve a recuperar el aliento. Solo hay que ver lo bien que ha quedado la estantería hecha con las típicas cajas de plástico que, esperemos, se las haya encontrado en la basura y no se las haya robado al de Panrico.

Vía Re-Nest

o: Rafinesse & Tristesse o Milk crate stool o Salvar los muebles

Torneo de siembra en Vörland

 
Vuelve a caer en mis manos la revista COLORS del verano de 2007 (o del 2057, según cómo se mire). Este número planteaba, en un fabuloso ejercicio de imaginación, cómo sería el futuro del turismo y del ocio de aquí a 50 años. Ver los radicales cambios de hábitos que supuestamente podríamos sufrir en poco tiempo da que pensar. En Vörland, el Marina d'Or del futuro, han cambiado la práctica del golf por otro divertimento igual de ameno y con un impacto positivo sobre el medio: el concurso de siembra.


"Antes, ningún jugador de golf serio habría terminado su carrera sin jugar por lo menos un hoyo en el renombrado green de Vörland. Después, el calor y la prohibición de este deporte tan poco ecológico transformó el césped en un extenso secarral. Hoy en día, en el antiguo campo de golf de Vörland está muy bien vista la práctica de otro deporte: el torneo de siembra. Durante la primera parte del juego, los jugadores plantan semillas de árboles frutales a lo largo de un sendero marcado con banderitas. Luego, a intervalos fijados de antemano, normalmente una vez por semana, los jugadores pueden regar y cuidar lo que plantaron. Dos años después del día de la siembra, se anuncia el ganador tras unos complicados cálculos que tienen en cuenta la altura del árbol, el número total de hojas y frutas y el valor estético de la planta. Si hay empate, se decide el ganador al año siguiente. Obviamente, los jugadores quedan inhabilitados de por vida si se les pilla recurriendo a fertilizantes químicos. El juego más largo registrado en Vörland duró 16 años. Es mejor saberlo antes de lanzarse a practicar este adictivo deporte". 

"Las fotografías son de Isak Wickstrom (izquierda), al que se conoce por su notable éxito con los manzanos, que a menudo crecen con dificultad en climas como el de Vörland. Este año, la premiada Malus sylvestris domestica de Wickstrom alcanzó la descomunal altura de un metro. A la derecha, el anterior campeón, Sten Sandstrom, no estuvo muy fino; por querer mejorar los resultados de su contendiente, Sandstrom cometió el típico error de regar demasiado su Olea europaea."

o: Batbici o El hombre que sembraba árboles o ¿Xenofobia biológica?

Vuelta a lo simple

 La mejor cocina del mundo como exponente de hacia dónde debería ir el mundo del mejor diseño.

Diseñar no es cocinar, pero casi. De manera muy simple, casi rozando lo ordinario, podemos resumir afirmando que chefs y diseñadores disponen de unos ingredientes y unas técnicas que utilizan y combinan a su modo para facilitarnos la existencia. Unos, cocinando un pollo y convirtiéndolo en algo digerible. Los otros, diseñando una cama y cumpliendo nuestros deseos. Cada una a su manera, ambas profesiones satisfacen nuestras necesidades prácticas y simbólicas a través de un relato, bien sea en formato culinario o a través de un objeto. Hay muchas maneras, eso sí, de contar una historia.
Durante el 2010 el chef del Noma, René Redzepi, pasó a ser considerado como el mejor cocinero del mundo. Redzepi, al igual que otros compañeros como Juan Luis Aduriz o Michel Bras, ha sabido traducir a comida unos valores muy válidos también para el diseño de productos. Si hubiera que definir su obra con un solo adjetivo, sería simplicidad. Redzepi dice que lo que han hecho ha sido recuperar la cocina nórdica, reinterpretarla –asumiendo influencias foráneas y vanguardistas, por supuesto– y compartirla con el resto, “desarrollar un concepto estático de cocina escandinava era un error porque se queda anclado en lo que se había hecho en los últimos cincuenta años”. Y para ello, han recurrido a sus mejores recursos locales y a los métodos tradicionales en términos de producción y elaboración. Los cocineros del Noma conocen los productos que tienen próximos (¡ellos mismos, si pueden, los recolectan!), respetan totalmente el ritmo de la naturaleza y con ello construyen un discurso que va más allá de la sostenibilidad y se refugia en el sentido común.
El servicio que ofrece el Noma (que significa, sencillamente, comida nórdica) transmite naturalidad, autenticidad, humildad y afabilidad. La comida, que es el núcleo central de este tipo de lugares, condensa estos valores. Son unos platos de excelente ejecución, aparentemente sencillos, repletos de sabores y matices. Pero no sólo la comida destila estos valores: también lo hacen la luminosidad del local, sus paredes de ladrillo visto, la ausencia de manteles en las mesas o el trato cercano de todos sus trabajadores, implicados completamente en el proyecto.

En el Noma no hay frivolidades. Todo es de una simplicidad esencial. Todo tiene sentido. Similar a los atributos del modernismo del “menos es más” o de “lo útil es bello”, pero diferente. Los ideales del Noma van más allá de etiquetas tipo “slow movement”, “transition towns”, “cradle to cradle” o “kilómetro cero”, simplemente porque integran estos conceptos dentro de su discurso realizador sin necesidad de mencionarlos ni justificarlos. Se antepone el sentido común a cualquier defensa integrista de una manera de hacer.
André Ricard, en 1986 escribía que “el diseño se cuida de las relaciones de las cosas con el hombre y de los hombres con las cosas”. Veinticinco años después (un cuarto de siglo de vida de la disciplina), el diseño debe preocuparse de más cosas además del ser humano, empezando por su entorno y por todo lo que queda entramado en la concepción de una idea. El diseñador debe de ser humilde, sensato y cercano. Su trabajo debe integrar un compromiso sincero por el medio ambiente y por la equidad social. Y como en la nueva cocina nórdica, estos valores de sostenibilidad deben adoptarse de manera natural, sin artificios.

Artículo escrito por Jon Marín para Experimenta

o: Lo que protege el corcho o Comida creativa o Frutero de papel

Re: jardineras de caucho reciclado

ZICLA y el Área de Medio Ambiente del Ayuntamiento de Sant Cugat del Vallès (Barcelona) han comenzado una prueba piloto consistente en la instalación de jardineras flexibles de caucho reciclado. En concreto, en esta primera prueba, se han colocado cuatro jardineras en la Escuela Bressol Cavall Fort, ubicada en la calle de Joan Maragall. Estas jardineras, elaboradas completamente con caucho reciclado, son más ligeras y flexibles que las que se utilizan habitualmente y por lo tanto, son más fáciles de transportar y de instalar cuando están vacías. Su forma y la ausencia de cantos vivos las hace más seguras para la vía pública.

Estas jardineras fueron desarrolladas por Curro Claret, junto con un equipo multidisciplinar de diseñadores, ingenieros y ambientólogos, en el marco del proyecto Ecodiseño de Elementos Urbanos 2005–2006.

Post publicado en Resseny el 30 de noviembre de 2007.

o: Bikestand o Greenspot o Noubarrisnou

Product-Service System. Superar la adicción a los objetos

Me di cuenta de todo lo que comportaba tener un kayak cuando me regalaron el kayak. Hace un tiempo estuve viviendo no demasiado lejos de la playa y me empeñé en disfrutar del mar, no tanto desde la orilla, sino desde dentro. En un arrebato bucólico, me imaginaba navegando cerca de la costa, observando los pueblitos y las luces del puerto. Para ello, la única manera posible que veía era teniendo un kayak. Y me lo compraron.

No tardé en percatarme de que no era suficiente tener una embarcación para surcar el mar. Hace falta un traje de neopreno, un chaleco salvavidas, el remo, e incluso, la cinta de tela que sujeta las gafas de sol, para no perderlas en el mar debido a la falta de pericia. Y no sólo eso. Es necesario guardar el kayak mientras no se utiliza. Por espacio no fue, en el garaje de casa cabía. El caso es que mi casa distaba unos 100 metros del mar. Un paseo, si vas en chanclas y con la toalla en el hombro. Una pesadilla, si cargas un kayak de plástico duro sobre la espalda. Escarmentado, a los pocos meses vendí el kayak usado tan sólo en un par de ocasiones.

Todo hubiese sido más fácil y más económico si me hubiese apuntado al club náutico, donde te dejan el equipo, te aconsejan y te acercan su bote a la orilla. Tú sólo tienes que darle a los remos y disfrutar del mar. Se trata, pues, del típico caso en el que se puede satisfacer una necesidad (mi deseo de navegar) sustituyendo un producto (el maldito kayak) por un servicio (el que ofrece el club náutico).

Los objetos nos rodean. Y no por poseerlos somos más felices. Podemos vivir mejor con menos objetos, porque las funciones -tanto prácticas como simbólicas- de éstos pueden ser suplantadas por un servicio.  La UNEP define el PSS (Product-Service System) como “el resultado de una estrategia de innovación que desplaza el centro económico desde el diseño y la venta de productos físicos hacia la oferta de sistemas de productos y servicios que conjuntamente satisfacen la demanda particular”. Aquí podemos tomar como ejemplo el –manido- caso de la lavadora: “no necesitamos una lavadora, sino que lo que queremos es la ropa limpia”. Esta nueva perspectiva comporta cambios en muchos aspectos: desde la no necesidad de tener un espacio ocupado en casa por 100 kilos de metal chupando agua hasta la posible recuperación del destacado papel social del acto de lavar.

Estrategias como el car-sharing o el Bicing van en esta línea. La función práctica de una bicicleta o de un coche queda bien defendida por un sistema de vehículos compartidos. En el caso de Aladinia, su objetivo es sustituir las emociones y el simbolismo que suponen los regalos en forma de objeto físico por un servicio en el que priman las experiencias. Vienen a decir: “dejémonos de packagings, papeles de celofán y objetos que usaremos una única vez y luego olvidaremos, por las sensaciones y emociones que suponen un regalo en formato experiencia inolvidable”.

Tienen experiencias de todo tipo y en todas partes: catas de chocolate, paseos a caballo, baños árabes, cursos de cortador de jamón y, por supuesto, rutas en kayak. Ahora que vuelven los días señalados, puede ser una buena oportunidad para tener un detalle y hacer regalos de San Valentín o regalos del Día del Padre.

Post patrocinado por Aladinia, regalos originales.


o: Bicicletas danesas o Compartiendo libros o Intercambio y uso compartido en Sitges

Ponte el cinturón


 Durante el pasado verano tuvo lugar la exposición “Starter” en Sabadell, organizada por los amigos de Liken Studio. “Starter” pretendía dar nueva vida a objetos ya muertos, inservibles, que perdieron su uso. Muchos de los objetos reanimados prolongaron su nueva vida de manera más bien efímera. En cambio, otros enraizaron con vigor y aún siguen creciendo con fuerza. Es el caso de los hot belts diseñados por Carlos Restrepo. Los cinturones, fabricados con cuero y viejas tapas de radiadores de coche, están que se los quitan de las manos. Si quieres hacerte con uno, vete directo a su web.

Fotos cortesía de PhotosbyAlmudena.

o: Haz tu propio cinturón o Chairless o Reknit

Valorar lo invalorable

Fijaos en la maestría con que Lawrence Chen hace, con cuatro papelitos, un anuncio con el que demuestra el valor de la naturaleza. La pieza, ganadora del Mofilm Grand Prize en el festival de cine de Roma 2010, está realizada para TEEB, una entidad que aglutina a un montón de expertos que han unido esfuerzos para calcular el impacto económico que implica la pérdida de biodiversidad.



o: The animals save the planet o Pequeños pero grandiosos o Javier Solchaga