Me di cuenta de todo lo que comportaba tener un kayak cuando me regalaron el kayak. Hace un tiempo estuve viviendo no demasiado lejos de la playa y me empeñé en disfrutar del mar, no tanto desde la orilla, sino desde dentro. En un arrebato bucólico, me imaginaba navegando cerca de la costa, observando los pueblitos y las luces del puerto. Para ello, la única manera posible que veía era teniendo un kayak. Y me lo compraron.
No tardé en percatarme de que no era suficiente tener una embarcación para surcar el mar. Hace falta un traje de neopreno, un chaleco salvavidas, el remo, e incluso, la cinta de tela que sujeta las gafas de sol, para no perderlas en el mar debido a la falta de pericia. Y no sólo eso. Es necesario guardar el kayak mientras no se utiliza. Por espacio no fue, en el garaje de casa cabía. El caso es que mi casa distaba unos 100 metros del mar. Un paseo, si vas en chanclas y con la toalla en el hombro. Una pesadilla, si cargas un kayak de plástico duro sobre la espalda. Escarmentado, a los pocos meses vendí el kayak usado tan sólo en un par de ocasiones.
Todo hubiese sido más fácil y más económico si me hubiese apuntado al club náutico, donde te dejan el equipo, te aconsejan y te acercan su bote a la orilla. Tú sólo tienes que darle a los remos y disfrutar del mar. Se trata, pues, del típico caso en el que se puede satisfacer una necesidad (mi deseo de navegar) sustituyendo un producto (el maldito kayak) por un servicio (el que ofrece el club náutico).
Los objetos nos rodean. Y no por poseerlos somos más felices. Podemos vivir mejor con menos objetos, porque las funciones -tanto prácticas como simbólicas- de éstos pueden ser suplantadas por un servicio. La UNEP define el PSS (Product-Service System) como
“el resultado de una estrategia de innovación que desplaza el centro económico desde el diseño y la venta de productos físicos hacia la oferta de sistemas de productos y servicios que conjuntamente satisfacen la demanda particular”. Aquí podemos tomar como ejemplo el –manido- caso de la lavadora: “no necesitamos una lavadora, sino que lo que queremos es la ropa limpia”. Esta nueva perspectiva comporta cambios en muchos aspectos: desde la no necesidad de tener un espacio ocupado en casa por 100 kilos de metal chupando agua hasta la posible recuperación del destacado papel social del acto de lavar.
Estrategias como el car-sharing o el
Bicing van en esta línea. La función práctica de una bicicleta o de un coche queda bien defendida por un sistema de vehículos compartidos. En el caso de
Aladinia, su objetivo es sustituir las emociones y el simbolismo que suponen los regalos en forma de objeto físico por un servicio en el que priman las experiencias. Vienen a decir:
“dejémonos de packagings, papeles de celofán y objetos que usaremos una única vez y luego olvidaremos, por las sensaciones y emociones que suponen un regalo en formato experiencia inolvidable”.
Tienen experiencias de todo tipo y en todas partes: catas de chocolate, paseos a caballo, baños árabes, cursos de cortador de jamón y, por supuesto, rutas en kayak. Ahora que vuelven los días señalados, puede ser una buena oportunidad para tener un detalle y hacer
regalos de San Valentín o
regalos del Día del Padre.
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