Imaginemos a cuatro personajes como Juli Capella, Jorge Wagensberg, Ezio Manzini y Joan Rieradevall, juntos alrededor de una mesa reflexionando sobre el diseño en la vida cotidiana. Ayer bien podríamos haber sido observadores de lujo de una charla entre colegas en cualquier bar de luz tenue y buen vino. Pero no, nos encontrábamos en el Cosmocaixa de Barcelona, en el primero de los debates organizados entorno a la sostenibilidad urbana.
Comenzó Jorge Wagensberg - uno de los más reputados divulgadores científicos del país y responsable del área de Ciencia y Medio Ambiente de la Fundació la Caixa- haciendo una analogía entre la selección natural, clave en la evolución biológica, y la selección cultural, ligada a la evolución del ser humano y al diseño de sus artefactos. Señaló también la importancia de tomar como referente la naturaleza en el diseño de productos y sistemas comentando algunos acertados ejemplos sobre biomimética, para dar paso a Joan Rieradevall, organizador del encuentro e investigador principal del grupo Sostenipra, especializado en diseño y sostenibilidad. Él fue quien introdujo a los invitados de excepción, como son Juli Capella –arquitecto, diseñador y divulgador del diseño, entre algunas de sus múltiples facetas- y Ezio Manzini, uno de los popes mundiales del diseño sostenible, experto en comunidades creativas y redes de colaboración.
Juli Capella nos deleitó con una presentación centrada en la lámpara de su abuela. Cómo, a lo largo de la historia, el concepto lámpara ha ido variando y siendo modificado su briefing. De la nula conciencia ecológica del diseño, a pensar “de la cuna a la sepultura”, después “de la cuna a la cuna”, para pasar al diseño de servicios. Como bien dijo, “el diseño no es sólo el objeto, sino todo lo que le rodea”, y animó al diseñador, con sus ideas disparatadas aunque visionarias, a pensar en nuevas soluciones. ¿Por qué diseñar otra lámpara si lo que necesitamos es luz? Aquí es cuando se soltó y habló de demagogia y de falso diseño ecológico, como las lámparas hechas con el papel de las magdalenas, con termómetros (sí, con termómetros) o farolas con placas fotovoltaicas puestas sin ton ni son que, en realidad, no resuelven ningún problema. ¿Cómo podemos, entonces, ir hacia la sostenibilidad? Capella habla de fomentar ese camino intentando cambiar los hábitos, apoyándonos en el avance científico y en la regulación con leyes útiles y aplicables. El diseñador terminó diciendo que “el mejor diseño es aquél que no existe, no tiene forma, no se ve”, frase que Manzini se encargó más tarde de puntualizar.
Al respecto, Manzini considera que el ser humano siempre ha representado su bienestar a través de factos y que éstos son bellos o estéticos, cualidades hacia las que nos vemos irremediablemente atraídos. Quizás son factos intangibles, pero evidentes. Comentó que tenemos que buscar nuevas formas de belleza o estética y que, por ejemplo, la diversidad (natural y cultural) es belleza y síntoma de bienestar. La capacidad de escoger entre esa diversidad, la democracia para elegir es bienestar.
+ bienestar = - consumo de recursos + sociabilidad
A continuación, y después de ese debate más filosófico acompañado de los comentarios de Wagensberg, el diseñador italiano mostró una serie de fotos no necesariamente bien tiradas, sin palabras, de diversos sistemas similares repetidos por todo el mundo, como los servicios autogestionados para la tercera edad, la agricultura basada en las comunidades, los bancos del tiempo o la horticultura urbana organizada; ejemplos, todos ellos, de lo que él llama innovaciones sociales (social innovation), en las cuales incide a través de sus investigaciones. Manzini dice que el diseño es el puente entre sociedad y tecnología, y que las innovaciones en ambos campos sirven para mejorar los campos contrarios: hasta ahora, aparentemente el sentido había sido unidireccional (las innovaciones tecnológicas mejoran la sociedad), pero también pueden darse –de hecho, se dan- de manera contraria (las innovaciones sociales mejoran la tecnología), por lo que el sentido es bidireccional, como en el caso de las redes sociales. Manzini acaba hablando de la nueva visión emergente, del localismo cosmopolita, de que lo pequeño no es pequeño, sino un nodo de una amplia red, y que lo local es abierto, no un residuo fundamentalista que lucha por su identidad. Todo está conectado globalmente, pero todo pequeño detalle, cada uno de los nodos, tiene importancia localmente.
Tras estas reflexiones surgieron muchas dudas. Como ya avisaron al principio, la serie de debates tiene como objetivo no resolver tus dudas, sino hacer que salgas del Cosmocaixa con más aún. Y vaya si lo consiguieron. De todos modos, como la retórica de Wagensberg es infranqueable, no me dio tiempo a dirigir mi pregunta; así que la lanzo aquí y ahora, para ver si a alguien le apetece continuar reflexionando sobre el tema. Lo que quería decirles es que yo tengo un trauma infantil: supongo que debido a mi formación científica, me chiflan los números. Necesito cuantificar las cosas. No puedo vivir sin ello. En el caso de productos y sistemas ya existen métodos para cuantificar las mejoras ambientales (análisis de ciclo de vida, indicadores, etc.), como explicó Rieradevall al hablar de sus proyectos. Pero en el caso que nos propuso Ezio Manzini, el de las innovaciones sociales, aquellas imágenes sin palabras que nos pasó de puntos del mundo muy distantes entre sí con las mismas ideas, no tengo del todo claro cómo puede incidir un diseñador en esos sistemas y de qué manera podemos cuantificar o qué indicadores se utilizan para saber si esa incidencia es significativamente positiva o no. Diría que es un tema clave, sobretodo para no caer en lo que Juli Capella definía como falso diseño ecológico. Se me viene a la mente aquello que leí en el Cradle to Cradle de Braungart y McDonough, de que los objetivos de los que idearon la revolución industrial no eran quemar en 200 años un recurso natural tan valioso como el petróleo o generar una meganube de polución que hiciera peligrar nuestra salud. En cualquier caso, sus objetivos eran mejorar la calidad de vida y el bienestar de las personas. Igual que los de las investigaciones sobre innovación social de Manzini. Pero, ¿cómo medimos la sostenibilidad de esas acciones? ¿Cómo sabemos que no estamos cayendo en el mismo error?
+: Debats entorn la sostenibilitat urbana
o: Cosmocaixa o Lo estético es sostenible o Ecodiseño de elementos urbanos