Lo más fácil cuando uno tiene hambre es comerse una hamburguesa de un restaurante de comida rápida, un plato preparado congelado, quizás. Quienes miran un poco más por lo que comen, se preocupan porque en su dieta no falten productos sanos, más naturales. Hay incluso quienes cultivan su propia comida. Y luego está Fergus Drennan –“the Forager”, que ha llevado al límite la opción de comer al margen del sistema establecido. El popular comunicador ambiental británico decidió sobrevivir un año a base de lo que se encontrara cerca de su casa. Su dieta se basaba principalmente de vegetales silvestres, complementada con insectos, moluscos, erizos y otros animales más grandes que hubiesen sido atropellados de manera accidental (ardillas, conejos, incluso un zorro).
En su página web Wild Man Wild Food puedes revisar sus andanzas –vídeos, recetas, lugares, episodios de caza y recolección,…- y apuntarte a los cursos que ofrece sobre forrajeo para conocer las especies comestibles. Parece, además, que Fergus ha enviado muestras de su dieta diaria a la King’s College de Londres para analizar los valores nutricionales de sus alimentos, que presupone más altos que los alimentos del supermercado.
Serás comedido si tachas la aventura de Fergus de extrema (aunque viable), pero resulta atractivo observar cómo esa inusual perspectiva ha hecho que el hombre puede conocer, respetar y aprovechar su entorno para su propia supervivencia. La hamburguesa del principio nos oculta entre litros de mayonesa esa relación entre la comida y la tierra. Deberíamos recuperarla. Y saber que estamos rodeados de vida –y que, bien administrada, puede convertirse en un recurso útil para la alimentación, en este caso- es un buen camino.