En 1946, la publicidad aparecida en las revistas americanas era
contundente: el uso del DDT era benefactor para toda la humanidad. Así
lo avalaban numerosos estudios científicos y las empresas productoras,
que aseguraban la bondad de los alimentos tratados, más grandes y con
más zumo. En la reciente estrenada película The tree of life,
aparece una escena de la época en la que un camión pulveriza con este
insecticida -en teoría, inocuo- el enjardinado de las calles. Los niños,
ingenuos, corren detrás del camión, celebrando su particular fiesta de
la espuma bajo la nube de gas y cloro. Veinticinco años más tarde, la
Agencia de Protección Ambiental de los Estados Unidos (EPA) prohibirá el
uso del DDT por considerarlo cancerígeno potencial para el hombre y un
peligro para el medio ambiente.
En los años ’60 empezaron a utilizarse con frecuencia las grasas trans, aceites vegetales hidrogenados, que aún podemos encontrar en margarinas, bollería y en la mayoría de productos procesados. De esta manera, los alimentos se mantienen frescos durante más tiempo y tienen una textura más apetitosa. En 2008, California fue el primer estado de los EUA en prohibirlos, y le han ido siguiendo otros estados, países y empresas, por los riesgos para la salud que estas grasas suponen.
En cualquier caso, no podemos dudar de que los avances técnicos y científicos, en el momento de su aplicación, se desarrollan para el beneficio de la humanidad. Pero el mundo cambia, la ciencia avanza y el conocimiento se amplía. Lo que ayer fue bueno, quizás hoy ya no lo es tanto y eso ha ido pasando con tantos y tantos ejemplos. Como dicen los autores del libro Cradle to Cradle, el hipotético brífing de la Revolución Industrial no fue “el diseño de un sistema de producción que emita billones de toneladas de material tóxico a tierra, mar y aire, que requiera miles de complejas regulaciones legales para que el ser humano y los sistemas naturales no se contaminen con demasiada rapidez, que produzca materiales peligrosos que necesiten vigilancia especial durante las siguientes generaciones y que erosione la diversidad cultural y biológica del planeta”. Aunque no lo pensaran de inicio, aunque no se haya provocado adrede, estos son algunos de los efectos secundarios consecuencia de nuestro modelo vigente de desarrollo económico.
En el siglo pasado funcionaron unas cosas que en éste ya no nos sirven porque ahora debemos tener en cuenta factores que antaño desconocíamos. La humanidad no nació enseñada. Ensayo-error. No pasa nada: si invento el fuego y me quemo, mejoro el sistema para que no me vuelva a pasar. Si lo que hice ya no funciona, diseño algo mejor que lo sustituya. El problema es que no es tan fácil cambiar, progresar. Se crearon muchos intereses detrás del DDT, de las grasas hidrogenadas, del motor de combustión o de la economía basada en el capital. Nadie quiere cambiar las soluciones que idearon para las necesidades de ayer, que no son las mismas que las existen hoy. Nadie quiere perder lo que tiene. Lo que no nos damos cuenta es que si no cambiamos, si no nos adaptamos, si algunos no sueltan prenda, todos lo vamos a perder todo.
2 comenta :
Muy buena reflexión, cuántas cosas nos quedan por reemplazar, pero por algo se empieza, por tomar conciencia.
Comentario aparte de lo interesante del artículo: aunque quizás no sea la intención del autor, sí es probable que el lector quiera dar su "voto positivo" por lo que lee, en vez de comentar.
Dejo la inquietud de abrir la opción de votar por el artículo que nos gusta. Es una forma de agradecer a quien escribe.
(Aunque en mi caso, creo que a todos los artículos los votaría, son todos buenos.)
Saludos desde Colombia
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