Oda a mis bambas

En en el año 2004 me compré unas zapatillas deportivas verdes y amarillas. No buscaba esos colores en especial porque fuera fan de la canarinha, ni mucho menos. Tampoco quería ese modelo específico de bambas. De hecho, me costaron 20 euros en un megastore del calzado. Simplemente, necesitaba unas bambas, un objeto al que darle uso y, entre todos los modelos que vi en la tienda, éstas fueron las elegidas. Y nada más.

Pero poco a poco me fui dando cuenta de que no eran unas bambas y nada más. Por su estética, o por su comodidad, o porque eran diferentes al resto -aún no lo sé, aunque puedo llegar a intuirlo- les fui cogiendo cariño. Estas bambas estuvieron viviendo conmigo un año en Dinamarca, pasaron frío en Polonia, se mojaron en Oslo y casi se derriten durante el cálido agosto italiano. Pasaron buenos y malos momentos, como yo. El vínculo que tracé con un simple producto de calzado iba más allá del meramente funcional y se adentraba en lo afectivo. Mis bambas ya no eran 'unas bambas'. Eran 'mis bambas' y las arreglaba cuando se rompían, las limpiaba cuando se ensuciaban y las cuidaba para que me duraran más.

Ahora, en plena mudanza, me he visto forzado a desprenderme de cosas y, por mucho que me duela, tras 6 años de compañía, mis bambas ya no me sirven porque han perdido la mayor parte del valor funcional por el cual las compré; ya no son cómodas, tienen la suela rota y son más marrones que verdes. Y por muy enfermizo que parezca al relatar mi relación con estas bambas, cierta cordura me queda para saber que se trata tan sólo de un objeto y que, como tal, cuando ya no me vale, me debo desprender de él. (Aún así, ¡seis años son muchos años de vida útil!).

Los diseñadores tenemos el poder (y la responsabilidad) de otorgar vida a un objeto. No es fácil provocar que un usuario muestre afecto por un producto cualquiera y son muchos los factores que hay que tener en cuenta, pero es necesario ese vínculo con los objetos para un consumismo responsable. Para comprar menos y de mayor calidad. Para que las cosas duren más, para que -por ejemplo- el calzado no dure sólo una temporada. Para reparar en lugar de reponer. Más allá de las experiencias personales vividas con ese objeto, podemos facilitar esa relación persona-objeto diseñando cosas más duraderas (la obsolescencia está obsoleta), que no pasen de moda, que se puedan customizar o que sea el propio consumidor quien participe de forma activa en el proceso de diseño.


Bambas, ¡descansad en paz!

o:  Danish butter cookies o Lo estético es sostenible o Wabi de Camper

4 comenta :

Angel_M dijo...

El mejor descanso, para artículo y propietario, sería incluirlas dentro del círculo de reciclado. Pero pocos de estos productos están diseñados para un posterior desmonte y reciclado selectivo. Ahí, las clásicas "albarcas de esparto" llevan mucha ventaja. ;)

Javier Busturia dijo...

Qué bonito Jon! Muchos diseñadores y compañías productoras deberían cambiar el paradigma y construir de nuevo con la idea de que dure lo máximo posible... ¿os acordáis de aquellos coches irrompible de los 70 - 80 que duraban 20 años? ya no existen!!

Santiago Martín-Cleto dijo...

Disfruto mucho leyendo este blog. Y este post en concreto es magnífico, me ha encantado.

Anónimo dijo...

Ahora lo veo claro. Tengo que tirar mis viejas y queridas zapatillas, a las que tengo muchísimo apego.
Siete años que han dado mucho de sí, pero tras un año muertas de risa en el armario, creo que llegó su momento.
Rescataré los cordones en perfecto estado!! (miniacto de reciclaje)

Gracias por este post tan entrañable!